Windows, el sistema operativo de Microsoft que ha evolucionado durante los últimos 20 años, ha experimentado un cambio significativo en su rendimiento. Anteriormente, abrir aplicaciones era instantáneo, pero con el paso del tiempo, la velocidad se ha visto afectada. Descubre qué ha sucedido y cómo ha afectado a los usuarios en esta breve introducción.
Los PCs y SSOO de hace 20 años no eran mejores (salvo en algunas cosas).
El propio usuario comentaba en un hilo cómo su intención no era transmitir un mensaje del tipo «las máquinas y SSOO de hace 20 años eran mucho mejores» porque como él decía, eso no era cierto. De hecho, explicaba, «apestaban en muchos aspectos».
Las cosas han mejorado en muchísimos apartados, y tenemos ordenadores y software que hacen cosas impensables hace 20 años tanto en el desarrollo y ejecución de aplicaciones como en herramientas profesionales, juego o contenidos de vídeo y audio.
Los avances han sido espectaculares, pero no todo parece ser mejor: las modernas interfaces de usuario se han vuelto algo más lentas (pero también más elegantes, personalizables y espectaculares), e incluso en PCs y portátiles de última generación uno puede notar cómo lanzar una aplicación puede llevar más tiempo del esperado.
Please remind me how we are moving forward. In this video, a machine from the year ~2000 (600MHz, 128MB RAM, spinning-rust hard disk) running Windows NT 3.51. Note how incredibly snappy opening apps is. 👇 pic.twitter.com/YEO824vIqI
— Julio Merino (@jmmv) June 22, 2023
Abstracción (y muchas cosas más), culpables.
Existen varias razones por las cuales ocurren estos problemas, y una de ellas, sin duda, es cómo la evolución del software y el hardware se ha vuelto más complicada. Nuestras máquinas y software hacen cada vez más tareas, pero para hacerlas correctamente, necesitan resolver una gran cantidad de problemas y lograr que los componentes de hardware y software se comuniquen de manera adecuada.
Cuando un usuario desea abrir una ventana del explorador de archivos, aunque parezca algo trivial, el sistema operativo debe comunicarse con el hardware para que el subsistema de entrada/salida y el subsistema gráfico logren mostrar las carpetas y archivos en una ventana «dibujada» o renderizada por el chip gráfico. Esta comunicación entre el hardware y el software se lleva a cabo mediante las capas de abstracción de hardware (HAL, por sus siglas en inglés de Hardware Abstraction Layer). Las aplicaciones no acceden directamente al hardware y sus recursos, sino que lo hacen a través de una capa abstracta proporcionada por esta tecnología. Esto permite que las aplicaciones sean independientes del hardware y no tengan que preocuparse por los detalles.
Además de las capas de abstracción, también existen problemas generados por la estructura de los sistemas operativos modernos. Puede ser que los procesos no estén programados de manera asincrónica, que no haya suficiente paralelismo, o que los sistemas de paso de mensajes y sincronización no estén completamente optimizados. Por si fuera poco, en los sistemas operativos modernos hay una gran cantidad de servicios y software que se ejecutan en segundo plano y que pueden no ser necesarios en muchos escenarios. No solo se trata de procesos del sistema, sino también de los procesos de las aplicaciones que instalamos y que solicitan recursos desde que encendemos la computadora.
Incluso Steven Sinofsky, quien fue responsable del desarrollo de Windows 7 y Windows 8, hizo un comentario interesante al respecto. Señaló que los sistemas operativos modernos integran un navegador web, lo cual es algo así como tener un sistema operativo dentro de otro.
El problema de la ralentización de Windows (y otros sistemas operativos) es una realidad. De hecho, esto confirma el conocido dicho de que «el software se ralentiza más rápido de lo que se acelera el hardware». Hace unos años, algunos expertos realizaron un análisis detallado sobre cómo el rendimiento de Windows 10 había ido empeorando con el tiempo. Aunque las nuevas versiones de Windows 10 venían con mejoras interesantes, también presentaban problemas adicionales. La degradación del rendimiento en ciertos aspectos era uno de ellos, y componentes como UWP o el soporte de las aplicaciones Win32 perjudicaban la experiencia general del usuario.
Estos análisis también se daban en casos particulares. Por ejemplo, un empleado de Google llamado Bruce Dawson mencionó hace unos meses que el inicio de Chrome era demasiado lento y funcionaba de manera casi insoportable. Utilizando herramientas de perfilado de procesos como Event Tracing for Windows, analizó la ejecución del sistema y descubrió que varios procesos, especialmente uno llamado RuntimeBroker, prolongaban su ejecución de manera inexplicable. Una desarrolladora llamada Katelyn Gadd respondió en Twitter indicando posibles razones y expresando una opinión que muchos compartimos: «probablemente alguien fue perezoso».
¿Se han vuelto los programadores más perezosos? Esta es una pregunta que ha estado presente desde hace tiempo y que hace referencia a cómo las circunstancias han cambiado en términos de hardware. Antes, los desarrolladores encontraban la manera de crear aplicaciones y juegos impresionantes con recursos mínimos. Se cuenta la historia de que en 1981, Bill Gates afirmó que «640K deberían ser suficientes para cualquiera». Gates negó haber dicho eso, pero lo cierto es que existía la creencia de que los programadores «de antes» aprovechaban mejor los recursos. Ahora, con acceso a máquinas mucho más potentes y con mayores recursos, no es necesario esforzarse tanto a la hora de crear programas eficientes, ya que el hardware compensa posibles deficiencias en el código.
¿Es esto cierto? En ciertos casos, sí. Lo hemos visto con el framework Electron, que se ha utilizado mucho para desarrollar aplicaciones web y presentarlas como aplicaciones nativas de Windows. Esto ahorra tiempo y esfuerzo a las empresas desarrolladoras de software, pero se ha demostrado que desarrollar aplicaciones «nativas» mejora la experiencia del usuario y el consumo de recursos.
En resumen, puede haber desarrollos perezosos, pero no todos lo son. Como hemos mencionado, la degradación del rendimiento es culpa de la propia evolución de la informática: nuestros sistemas operativos, hardware y software hacen todo lo que hacían antes y mucho más, pero para lograrlo es necesario contar con una serie de componentes, algunos más pulidos que otros, que antes no teníamos.
